Por: Abraham Rivas Lombardi
En la película de 2004 “The Manchurian Candidate”, remake del film de 1962, el candidato a vicepresidente de EE.UU. Raymond Shaw (Liev Schreiber) ha sufrido el implante de un chip en el cerebro, siendo controlados todos sus movimientos por la multinacional Manchurian Global Corp. Según la trama, en la noche de elecciones el triunfante candidato presidencial Bob Arthur (Ted Stechschulte) debía ser asesinado, convirtiendo a Shaw en el nuevo Presidente de EE.UU. y otorgando a Manchurian Global el dominio absoluto sobre la voluntad del novel mandatario.
Un drama parecido está sucediendo en la vida real en el Perú de 2022, aunque a diferencia de la película donde in extremis Shaw muere y no se consuman las torvas intenciones de Manchurian Global, en nuestro país Pedro Castillo Terrones viene ejerciendo el cargo de Presidente de la República con su mentor político, Vladimir Cerrón, como director del film tras bambalinas.
Con la conformación de su cuarto Consejo de Ministros en seis meses, el presidente Castillo ha ratificado su mansa dependencia de Cerrón, líder del partido que lo aupó al poder, Perú Libre, cuya bancada tiene la llave de la vacancia presidencial. Los radicales de Perú Libre (Bellido y Waldemar Cerrón) exigieron un “gabinete de choque” y la presencia del fugaz Héctor Valer como premier y ahora del belicoso y malencarado Aníbal Torres, prueban la capitulación de Castillo ante los apetitos cerronistas, tanto como la asignación de nuevas carteras (Justicia, Salud, Desarrollo Agrario y Energía y Minas) a los pintorescos y/o cuestionables favoritos de Cerrón en menos de una semana. Felizmente, Arturo Cárdenas Tovar, alias “Pinturita” está prófugo, sino posiblemente sería el ministro del Interior.
Ya no quedan dudas sobre quién está mandando en el Perú. Las exigencias cerronistas están siendo satisfechas lenta pero inexorablemente, el incremento de la cuota de poder para Perú Libre es directamente proporcional a los cada vez más agresivos tweets de Cerrón y ha significado cortar cualquier acercamiento al centro político, tanto como casi borrar del gobierno a la izquierda limeña-intelectual que pretendió cercar a Castillo, separarlo del líder de Perú Libre y bajo la excusa de la “gobernabilidad” continuar usufructuando del poder, como viene ocurriendo desde 2001 (Toledo, García II, Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti).
La entronización del nuevo gabinete Torres acrecienta en el país la inestabilidad política y económica que es característica del régimen del presidente Castillo, con la recurrente incógnita de si el Consejo de Ministros logrará el voto de investidura o si sus nuevos ministros serán capaces de echar a andar las políticas públicas sectoriales virtualmente detenidas desde el 28 de Julio de 2021.
Como habíamos señalado en una entrega anterior[1] “El principal responsable de esta inestabilidad es el negado señor Castillo, que sabiéndose incapaz para el cargo prestó su nombre a las voraces ambiciones políticas de Vladimir Cerrón, a cambio de beneficios que en algún momento de conocerán…” Esa es la pregunta que el país debe hacerse hoy: ¿Qué le debe el presidente Castillo a Vladimir Cerrón que condiciona su conducta casi hasta la sumisión?.
Debo señalar que no existe precedente histórico de una subordinación de estas características. La relación “siamesa” entre Fujimori y su asesor Montesinos se construyó sobre el control de los asuntos político-económicos por el omnipresente presidente y la asignación de sectores específicos para el control de Montesinos (Interior, FF.AA. inteligencia, PJ y MP). Eliminado Hermoza Ríos en 1997, el hasta entonces encubierto Montesinos aspiró a más y su afán de figuración hirió de muerte al régimen fujimontesinista (1999-2000).
Antes, tal vez el caso de Manuel Odría (1948-1956) que contó con su compadre Esparza Zañartu para amedrentar a la oposición desde la Dirección de Gobierno y esa sólida relación personal sostuvo la dictablanda del “General de la alegría”; hasta que convertido en ministro de Gobierno (Interior), el cruento levantamiento de Arequipa de 1955 forzó a la renuncia de Esparza y con ésta cualquier intención de Odría de prolongar su mandato. Después, solo asesores ambiciosos o venales que olisquearon el poder pero que jamás se atrevieron a avasallar al presidente, so pena del súbito ostracismo.
Lo expuesto hasta aquí confirma un gravísimo doble problema para el Perú: no solo tenemos a un ciudadano intelectualmente descalificado para gobernar, como él mismo se ha desnudado ante la prensa internacional, sino que políticamente es rehén de una persona – Cerrón – a quien nadie ha elegido, que arrastra una condena por corrupción, un juicio a punto de concluir y un rosario de investigaciones resultantes de sus gestiones como gobernador de Junín. A la pregunta anterior, podríamos agregarle una segunda interrogante: ¿Qué le sabe Vladimir Cerrón al Presidente de la República?.
El futuro inmediato no es para nada alentador, pues lo previsible es el fortalecimiento del cerronismo en el Poder Ejecutivo y, con el control de la caja fiscal, ir introduciendo cada vez más partidarios en el aparato estatal sin el pudor de la competencia y eficiencia, en tanto neutralizan con jugosas prebendas a ciertas bancadas claves del Congreso (Somos Perú, Juntos por el Perú), bloqueando la posibilidad de una vacancia presidencial. Las siguientes semanas serán cruciales para la continuidad democrática del Perú, en las cuales se decantará si el Congreso logra los consensos para forzar la renuncia del presidente o si es viable alguna de las fórmulas que contempla la Constitución para relevar a Pedro Castillo de una magistratura a la que nunca debió aspirar.
[1] “Exijo una explicación”, publicada el 02 de Diciembre de 2021 en Valor.pe.