Por: Lucia Bellocchio
Directora y Fundadora de Trend Smart Cities
A medida que se suceden las noticias respecto de la transición hacia energías limpias, y especialmente acerca de la electrificación en materia de movilidad, sobreviene la sensación de que el auto a combustible convencional tiene los días contados.
Por supuesto, en un fenómeno de semejante complejidad, las cosas ocurren de manera muy dispar según qué región, país o ciudad miremos. Además, la eventual eliminación del automóvil, tanto como la transformación en la alimentación de los motores, implican un viraje de proporciones incalculables en una industria que supo ser estratégica en el impulso del capitalismo durante buena parte del siglo XX así como en el diseño de ciudades que han sido planificadas y pensadas, más para los autos que para las personas.
Lo cierto es que, sintetizando, a partir de que diversos organismos e iniciativas internacionales van tejiendo acuerdos con los gobiernos en los que se asume el compromiso de reducir la huella de carbono y el impacto ambiental del consumo de combustibles fósiles, se le apuntan los cañones a la movilidad particular y, en definitiva, se concentra la atención en el automóvil.
Algunos titulares recientes que alientan en el camino de transición
Así, por ejemplo, durante 2020 en Noruega se vendieron más autos eléctricos que a combustión. Oslo, su capital, es considerada generalmente en los rankings, como una de las Smart Cities de mayor rango, especialmente por ser sustentable. Para impulsar la transición hacia energías limpias, Noruega exime de impuestos a la fabricación de coches eléctricos, mientras que grava fuertemente a las empresas que producen vehículos diésel o a gasolina.
Por su parte, el plan de Joe Biden para reformar la infraestructura de Estados Unidos podría dar un impulso sin precedentes a los vehículos eléctricos, pues incluye fondos para estimular la producción de automóviles, baterías, piezas y materiales en las fábricas nacionales y nuevos incentivos fiscales y reembolsos en el “punto de venta” para que se fabriquen coches eléctricos y camiones más asequibles.
También recientemente se conocieron los planes europeos de Ford y Volvo, dos automotrices líder. Ambas hicieron pública su decisión de poner fin a la fabricación de coches a combustión fósil a partir de 2030. En especial, Volvo reconoce que sus clientes están comprometidos en la lucha contra el cambio climático, por lo que sostendrán su segmento de híbridos hasta 2025, año en el que comenzarán a reemplazar definitivamente la combustión fósil hasta fabricar sólo eléctricos.
Pero para que estas iniciativas se fortalezcan, y los ciudadanos realmente migren hacia una movilidad eléctrica, se necesita de infraestructura, la cual en la mayoría de los países, y principalmente de Latinoamérica, aun es escasa y fomentos fiscales.
En la región, la empresa Enel X está haciendo grandes esfuerzos, en colaboración con otras compañías, para dotar a las ciudades de infraestructura con estaciones de carga para autos eléctricos en lugares estratégicos como shoppings, aeropuertos y ciertos puntos turísticos. Incluso, el año pasado anunció el primer corredor americano de recarga para autos eléctricos, que abarca once países y esta disponibles desde Ushuaia, Argentina hasta Ensenada, México. Hablamos sobre esto hace unas semanas con Francisco Scroffa -Country Manager de Enel X Brasil aquí.
Repensando una nueva movilidad urbana
En la cruzada contra el automóvil particular, están quienes incluso van más lejos y pretenden directamente eliminar los coches de los cascos urbanos, en el entendimiento de que lo mejor para desplazarse en la ciudad es la micromovilidad, con scooters, monopatines o bicicletas, caminando o bien en transporte público de pasajeros.
En esta línea, la ciudad de Heidelberg, en Alemania, se presenta abiertamente en contra de los coches. Su alcalde, Eckart Würzner, declaró el mes pasado que en su distrito, quien pretenda moverse en auto, deberá usar uno de alquiler. En materia de transporte público, la ciudad cuenta con un sistema de buses, tranvías y trenes eléctricos. Para incentivar su uso, el alcalde puso en marcha un plan por el cual quienes sean dueños de automóviles pero elijan viajar en el sistema público, podrán hacerlo gratis durante un año. En este último caso, prestarán especial atención a quienes vivan lejos del casco urbano. Para ellos, la propuesta es que se trasladen en sus autos particulares hasta la estación de tren más cercana, y hagan el transbordo, sin costo.
Sin embargo vale detenerse aquí para mirar el contexto. Cuando se mira el impacto en el cambio climático de las diferentes actividades que generan emisión de dióxido de carbono, aparecen otras industrias a la cabecera, por ejemplo, la aeronáutica.
Y sin embargo, por diferentes cuestiones, la aviación comercial no está en el ojo del huracán, como lo está el automóvil, quizá porque es un negocio todavía más grande que el de las automotrices. No obstante, Boeing se comprometió a que sus aviones comerciales sean capaces y estén certificados para volar con combustibles 100% sostenibles para 2030.
Sea como fuere, siempre es bueno considerar que detrás de movimientos de tanta complejidad hay pujas de intereses y disputas de poder.
Lo cierto es que el auto, aquel símbolo de la forma en que capitalismo creció durante el siglo pasado -de hecho, esos cien años muchas veces se estudian analizando paradigmas cuyos nombres devienen de las formas de producción de la industria automotriz: el modelo fordista primero y el modelo de Toyota- que explican buena parte de cómo se organizó el mundo del trabajo durante el siglo pasado, hoy es puesto en jaque.
Así pues, hoy el uso del automóvil tal como lo veníamos usando está en la mira de quienes diseñan y planifican ciudades sustentables e inteligentes, entre quienes están preocupados por como crecen y se desarrollan las ciudades de cara al futuro. Así, el que supo ser emblema del crecimiento de varias potencias y signo de status, hoy se ve acorralado por el avance de la conciencia ambiental, así como del cambio de mentalidad acerca de la verdadera calidad de vida en las ciudades.
Es que en el contexto actual, la innovación es sostenible o no lo es y las ciudades inteligentes deberán pensar en términos de sostenibilidad o poco tendrán de inteligentes. Y en esa búsqueda por la innovación sostenible e inteligente, la movilidad urbana juega un rol clave porque movernos es esencial en cualquier ciudad y la forma en que lo hacemos, y el impacto que ello genera en el ambiente, tiene el enorme potencial de influir en la calidad de vida de quienes transitamos las ciudades todos los días.