EL COMUNISMO NO SIRVE, NO FUNCIONA

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Por: Abraham Rivas Lombardi

 

Déjense de paparruchas, el comunismo no sirve, pero aún, no funciona. Haber cuasi eliminado el estudio de la historia mundial de nuestra formación académica tiene como consecuencia que muchos hayan olvidado que el comunismo ya se ensayó durante el siglo XX y fracasó estrepitosamente en lo político y en lo socioeconómico, en Europa, América Latina, África y Asia. Su variante latinoamericana, el “Socialismo del siglo XXI”, es igual de inútil. Traerlo de vuelta al presente es como pretender alumbrarnos con lumbre en lugar de energía eléctrica.

Sin embargo, en escenarios de “tormenta perfecta” como el Perú de 2021 – pandemia, crisis institucional, crisis económica – un club electoral declaradamente comunista – Perú Libre – puede terminar “ganando” las elecciones y poniendo en grave riesgo la existencia del Estado democrático y social, pues el enemigo natural del comunismo es la democracia. Por eso es imprescindible recordar que la receta comunista no sirve, peor aún, no funciona.

El patrón seguido por el comunismo fue siempre el mismo: la toma del poder por cualquier vía, la desaparición de toda oposición política y de las libertades de expresión y elección, control absoluto de los medios de producción, restricción de la inversión privada y la paulatina pauperización socioeconómica de la población como lógica consecuencia de una economía centralizada, estatizada y crónicamente ineficiente.

Debe quedar en claro que al comunismo nunca le importó el bienestar del pueblo, por más que invocaran su nombre en cada frase que proferían sus líderes. Epítome de mentira. Se trataba de ejercer el control absoluto del poder y eliminar brutalmente cualquier riesgo de perderlo. El bien común está fuera de su proyecto, por el contrario, empujar al pueblo a los límites de la miseria es uno de sus mecanismos de control político.

Eso explica la facilidad con la cual cayó la “cortina de hierro” que aprisionaba Europa oriental en 1989, en las narices del petrificado ejército de la Unión Soviética. El pueblo ruso y sus vecinos estaban hartos de décadas de miedo, privaciones y falta de libertades. Los chinos, sabios como siempre, se dieron cuenta tras la muerte de Mao (1976) del caos que se vendría y Deng Xiaoping lideró astutamente un nuevo modelo: férreo control político y apertura económica al mundo.

Aunque antiguamente la captura del poder por los comunistas de corte marxista-leninista era por las armas (Cuba 1958, Nicaragua 1979) todavía el contexto de la “guerra fría”, en América Latina desde los años noventa la izquierda marxista optó por la vía electoral, aprovechando la fragmentación política de las fuerzas democráticas, la omnipresente corrupción en autoridades y funcionarios, así como los paupérrimos resultados socio-económicos de los sucesivos gobiernos que gestionaron a los países durante las crisis de los años setenta y ochenta.

Algunas opciones de izquierda aprendieron de las cruentas experiencias previas (Brasil, Goulart 1964; Chile, Allende 1973; Uruguay, tupamaros 1973), atemperaron    su discurso y programa, se incorporaron al juego democrático y lograron ganar las elecciones en Chile (2000, 2006, 2014), Brasil (2002, 2006, 2010, 2014) y Uruguay

(2004, 2009, 2014). Otros escogieron el camino intermedio como Morales en Bolivia (2006-2019) o Correa en Ecuador (2007-2017), líderes fuertes pero que incapaces de eliminar a la oposición democrática y forzados por las circunstancias debieron ceder el poder a sus herederos políticos.

Sin embargo, un núcleo duro de extrema izquierda continuó operando en el continente teniendo como referentes a la añeja dictadura comunista marxista-leninista cubana (1959) y sus satélites de Venezuela (1998) y Nicaragua (1979-1991; 2007). El método clásico de dominio político y socioeconómico impuesto por los hermanos Castro y sus esbirros en Cuba, se repitió en Venezuela con Chávez (1998-2011) y su engendro Maduro, así como en Nicaragua con el retorno de Ortega (2007). La toma del poder por vías electorales trae una medida clave: el cambio de la Constitución vigente y su reemplazo por un texto al servicio del régimen totalitario.

A partir de este evento, concomitantemente se ejecutan dos líneas de acción claras: en lo político la progresiva eliminación de las libertades democráticas, avasallamiento de la prensa libre y el control de las fuerzas armadas y policiales. En lo socioeconómico, dilapidación del ahorro público, estatización de los medios de producción, copamiento del aparato estatal, regimentación de la sociedad a través de organizaciones paraestatales, emigración de la clase media, entre otros.  Lo expuesto traerá dos consecuencias inexorables: el fin de la democracia y el empobrecimiento moral y económico de toda la sociedad. Ocurrirá si la oposición democrática es barrida, pues es un patrón recurrente.

En el caso peruano, un “partido político” – Perú Libre – improvisa un candidato presidencial – Castillo – en defecto de su condenado líder – Cerrón – y aprovechando la división de las fuerzas democráticas accede a la segunda vuelta con menos del 14% de los votos. Luego, juega con el antifujimorismo y la desidia de un sector de la clase media. Los opacos resultados del ballotage le otorgan un estrecho 0.25% de ventaja y el gobierno del milenario Perú. El primer régimen de orientación comunista marxista-leninista de nuestra historia y el riesgo cierto de terminar como Venezuela o Nicaragua.

¿Qué hacer? Las experiencias de Bolivia y Ecuador nos revelan que la oposición democrática, la prensa libre y la vigilancia ciudadana juegan un papel trascendental en la contención de los tentáculos comunistas, fiscalizando la acción del gobierno, denunciando sus excesos y canalizando la protesta de quienes buscan la preservación del sistema democrático. Ese es el crucial papel de las fuerzas democráticas. Los ámbitos de acción permanente son el Congreso, los medios y las calles, impidiendo que el régimen capture los espacios que corresponden a quienes legítimamente rechazan los métodos y el programa comunista.

¿Luego? Serán los siguientes movimientos del presidente Castillo los que determinarán el destino de su administración. El comunismo no sirve, no funciona. De Castillo y solo de él dependerá la construcción de un gobierno de amplia base que acometa la reconciliación política y la recuperación económica del país, indispensables en la presente crisis. De lo contrario, la crisis política se agudizará, someterá a extrema presión a un gobierno ahora endeble y el cruento desenlace del conflicto podría significar nuevas elecciones presidenciales en el próximo verano.

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Redacción

Equipo redactor de Valor.Pe